Bagan, antigua capital birmana, alberga templos también maravillosos y diferentes a los vistos hasta ahora en el sudeste asiático. Estos son ruinas de templos que un día fueron una ciudad y que hoy forman la zona arqueológica de Bagan, situada en el municipio de Nyaung-U donde también hay alojamientos y restaurantes (las otras dos zonas, antiguo Bagan y nuevo Baga, son más locales aunque también hay hoteles).
Actualmente se conservan alrededor de 2200 construcciones entre estupas, pagodas y grandes templos repartidos en una superficie de aprox. 100km2 y construidos en diferentes materiales que les dan su color característico (piedra, ladrillo, cemento y pintura blanca, etc…).
El día que llegamos celebramos, con algo de retraso, nuestro tercer mes de viaje. Tirando la casa por la ventana cenamos dos pizzas de rúcula tomate y queso parmesano (auténtico), y dos cervezas grandes en un restaurante de la zona. Bagan es más caro que otras ciudades (de las más caras que hemos conocido hasta el momento), pero bueno, un día es un día :). La cerveza Myanmar está buenísima. Otros días compartimos mesa en varias ocasiones con la pareja francesa que conocimos en Inle Lake, Max y Sophie y pudimos encontrar restaurantes más económicos, uno de ellos con pan de verdad jejejeje
Dos días es suficiente para recorrerlos en bici o moto eléctrica (la únicas que alquilan porque apenas hacen ruido), aunque puedes estar una semana fácilmente para disfrutar cada día del amanecer y atardecer en distintos templos ya que es difícil estar sin gente en los más grandes y bonitos. A pesar de no ser la temporada más alta, llegamos a ver 15 autobuses aparcados en los pies de un templo al atardecer…
Para ver el amanecer y coger sitio en alguno de los templos desde los que mejor se ve, hay que levantarse a las 4 de la mañana o 4:30 a más tardar, y pedalear (o conducir) hasta ellos.
El primer día lo hicimos en bici. Aún era de noche y no se veía nada pero mola porque ves a más gente incluso andando, y todos en silencio. Trepar a los principales templos es fácil porque están preparados con escaleras y barandillas. Este día había bastante gente y estaba algo nublado. El segundo día fue mejor, estábamos casi solos porque fuimos a verlo desde un templo más pequeñito y fue increíble.
Los atardeceres también son muy bonitos y los dos días nos decantamos por el mismo templo para disfrutarlo.
El resto del día, tanto el primero como el segundo (con moto) lo dedicamos a visitar más templos por las mañanas, intentar dormir un poco a medio día y volver a salir al atardecer. Nunca hemos sentido tanto calor, hasta el punto de que te quemen los ojos. También es cierto que el segundo día nos saltamos la siesta y estuvimos todo el día visitando la zona. Lo bueno es que había menos gente (a nadie se le ocurría estar en la calle a esas horas!)
Ese día volviendo al hotel casi de noche, la moto empezó a quedarse sin batería y no podíamos ir a más de 20km/h impulsando a saltitos la moto en las cuestas arriba. El ir partiéndonos de risa nos hacía perder fuerza… pero al final logramos llegar 🙂
A la entrada de los templos grandes y en sus alrededores suele haber puestos de bebida y de objetos artesanales.
En otros, hay chabolas donde viven una familia o dos y en ocasiones te piden dinero a cambio de alumbrarte unas escaleras por ejemplo.
En resumen un lugar mágico para visitar mínimo durante dos días y a ser posible justo después de la estación de lluvias. Nosotros lo encontramos precioso pero es cierto que el paisaje era bastante árido.